martes, 29 de noviembre de 2011

Gonzalo Altozano: el chico de oro

Cuando pienso en Gonzalo Altozano, director del semanario ALBA y autor de un libro que va camino de convertirse en Best Seller, me viene a la cabeza esta descripción: EL CHICO DE ORO. ¿Por qué? Pues no lo sé muy bien, pero lo veo con claridad. Es el chico de oro, no hay duda.

Antes de retratarle y narrar algo de su paso por mi vida, permite que copie y pegue aquí algo que le define muy bien: un breve curriculum vitae con el que su obra 'No es bueno que Dios esté solo' nos presenta a su autor.

Gonzalo Altozano -Madrid, 1976- estudió en el colegio Retamar, hizo la mili en San Fernando y se licenció en Derecho por el CEU (¿suficientes muestras de ADN?).
Colaborador en prensa desde los diecisiete años, en 2004 entró en Intereconomía, donde ha hecho prensa, radio, televisión y buenos amigos. Hace unos veranos viajó a Miami y de allí volvió con montones de blocs con la historia de los plantados, los heroicos supervivientes del presidio político castrista. Su color favorito es el verde bombilla de los taxis libres, no puede irse a dormir sin antes escuchar el ruido del camión de la basura, en su apartamento lo que más hay son libros, le hubiera gustado ser marino mercante, piensa que alguien debería gritar "¡Stop!" al descarrilado tren de la Historia y cada vez está más convencido de que las cosas importantes no son cosas. De niño -solo de niño- llegó a desear la muerte del Correcaminos. 

Ciertamente, nada tiene que ver esta descripción con lo que solemos o esperamos leer de un autor en la solapa de su libro, y menos si es el primero. Pero Gonzalo es así: AUTÉNTICO. Un librepensador tan discreto como intrépido que, tan pronto cruza el charco para entrevistar a Bernard Nathanson como se va hasta el Líbano para conocer el meollo del conflicto desde dentro y sin intermediarios. Y solo, por supuesto. Bueno, solo no; con su cuaderno de notas. 

Decía mi admiradísima Jutta Burggraf que a los cristianos, Dios no nos pide ser perfectos, pero sí que seamos auténticos. Y Gonzalo, aunque no se lo crea, lo es; doy fe de ello. Lo que ocurre es que, en general, lo de creérselo no va con él. Cualquiera con su perfil y su meteórica carrera podría ser 'el rey del mambo' y actuar como tal; cualquiera menos Gonzalo. Porque es un tío humilde. Y trabajador, muy trabajador. Y no conduce, ni quiere.

Detrás de una enigmática fachada de aparente pasotismo existencial aderezada con una mezcla entre señorito andaluz y hippie comprometido, late en él un corazón sensible y anhelante; el corazón de un soñador que cambiaría sin dudar su éxito profesional por una pizca de felicidad, de plenitud, de esa que intuye en la vida de cada uno de los 101 personajes a quienes entrevista y pone al descubierto con maestría en su libro.

Pincha aquí para saber más del libro
El día que conozca a la mujer de su vida, a la madre de sus hijos, uff, no sé cómo hará para no entrevistarla... Hace unos días tomábamos un café; en medio de nuestra charla, de repente calla, me mira a los ojos y me suelta, a bocajarro, una pregunta de esas que sólo se les ocurre a los grandes periodistas y que nada tenía que ver con la conversación. Y claro, como se las sabe todas, no podía salirme por los cerros de Úbeda. La pregunta era: 

"... ¿por qué Dios no nos concede siempre las cosas buenas que le pedimos?..." 

Como no soy teólogo ni tengo el don de saber lo que pasa 'en la mente de Dios', tiré de la respuesta que hace unos años un sabio y santo cura me dio ante una cuestión parecida: 

"... mira, cuando le pedimos a Dios algo que es bueno y lo hacemos con el corazón, como verdaderos hijos suyos, sólo cabe que nos de una de estas tres respuestas: la primera es 'SÍ'... la segunda, 'TODAVÍA NO'... y la tercera, 'TENGO ALGO MEJOR PARA TI'...".

Gonzalo calló, sonrió y seguimos hablando de lo nuestro. Al cabo de un rato, me confesó que aquella había sido una de las mejores cosas que había escuchado últimamente. Se puso de nuevo la cara de director de un semanario de información y nos despedimos con un abrazo. ¿Cuál sería el motivo de su pregunta? No lo sé, pero desde entonces, pido a Dios por esa inquietud suya cada día. Es lo menos que puedo hacer, dado lo bueno que estaba el café al que me invitó.






viernes, 18 de noviembre de 2011

Jesús Poveda: homo inquietus viventis

Debo confesar que Jesús Poveda es uno de los culpables de que me haya decidido a escribir este blog. Suya es una de las frases que lo encabezan, esa que dice que "las mejores cosas de la vida... no son cosas". Esa, y otras muchas, que a a menudo le copio cuando hablo o escribo a la gente. Eso sí, siempre le cito...

Nos conocimos en 1989 (madre mía, sí que hace tiempo...), y la excusa para ello fue el amor a la vida; los dos éramos jóvenes, teníamos barba y estábamos algo chiflados. Vino a Las Palmas a pasar unos días de "descanso" -concepto que para él significa aparcar su actividad frenética... y sustituirla por otra distinta, no menos frenética- y una de las primeras cosas que me enseñó fue a DEJARSE DETENER. Sí, como lo oyes. Montó una operación rescate (una sentada frente a un abortorio) que se saldó con un puñado de detenidos... por estar ahí sentados, cantando. Compartir celda, cosa que volvimos a hacer unas cuanta veces, une mucho. Es algo que no haces con cualquiera. Ahí empezó a fraguarse una amistad que dura  casi veintitrés años.

La foto es de un momento divertido de un 28 de diciembre, que nos dio pie a una discusión que aún mantenemos: dilucidar quién es más amigo del otro. Y es que ese día, me pidió que me disfrazara de él para que la policía, al verme (verle) al frente de una manifestación provida, me detuviese en su lugar. Y así fue. Bueno, en realidad, al meterme en la lechera, pedirme el carné y comprobar que yo no era él, me soltaron y me dijeron: "... ¡pero tú no eres Poveda!..." y murmuraron, sin dar crédito a lo que había pasado: "... qué cabr***s... nos la habéis jugado bien...", pues para entonces, Jesús ya había conseguido el objetivo que buscaba. Y para esto hay que ser muuuuy amigo...

Unos días más tarde, el seis de enero, cuando los Reyes Magos habían pasado ya por casa y los niños abierto sus regalos, salimos a dar un paseo. Y a la vuelta, comprobamos que ni Lola ni yo nos habíamos llevado las llaves. Y claro, seis de enero por la tarde y si llaves... o llamas al cerrajero de urgencias y te dejas una pasta... o llamas a Poveda.

Vivíamos en un piso 11. Le llamé y vino enseguida con su regalo de Reyes en una mano (unos 'pies de gato', ese calzado de goma que se utiliza en escalada) y una enorme cuerda al hombro. "¿Sabes asegurar?" me preguntó. Yo había currado en seguros años atrás, así que le dije que por supuesto que sí, aunque no sabía que 'asegurar', en la jerga de los escaladores, significa sujetar la cuerda a la que alguien está amarrado por si se cae. Subimos por la escalera de incendios al piso 11, se calzó los pies de gato, se ató, me dio la cuerda y con la tranquilidad de quien se sube a un taburete, se subió a la barandilla, se agarró a la fachada, y como si fuera Spiderman, llegó hasta un balcón de casa, que estaba a unos tres metros de distancia. Al llegar, patada a la puerta y adentro. Luego fue a la puerta de casa, nos abrió y los niños pasaron como si tal cosa, sin darle la mínima importancia a lo que había ocurrido. Le invitamos a café y roscón de Ryes y se marchó. Y para esto, también hay que ser muuuuy amigo...

A fecha de hoy, la discusión sigue: ¿quién es más amigo de su amigo?

De pocas personas puedo decir que están ahí para lo que haga falta, cuando haga falta. Jesús es uno de ellos. Hemos compartido boda, bautizos, duelos, rescates, rupturas afectivas, momentos de crisis, detenciones, carreras en la playa, fiestas, manifestaciones (muchas) e incluso un salto en paracaídas.

De las mejores cosas de Jesús Poveda, además de él mismo, son sus "frases cortas con moraleja larga", como él mismo las describe. Es un experto en ellas. Ahí van algunas:

"Quien no aporta soluciones, forma parte del problema"

"Es muy fácil ser valiente con los coj***s de otro" (perdón por el taco; lo dijo en caliente)

"Pasarlo el bien haciendo el bien"


"Las mejores cosas de la vida no son cosas"


"A medida que nos hacemos mayores, nos vamos pareciendo cada día más a la caricatura de nosotros mismos"

"... igual que hay un momento en que se muere, hay otro en que SE VIVE, nueve meses antes de nacer..."

"No podemos hacer que la vida sea más larga, pero sí más ancha"

Y su epitafio deseado:

"Jesús Poveda: hizo lo que pudo"

Como persona auténtica que es, tiene promotores y detractores, pero no deja indiferente a nadie. O le amas o le odias. Yo soy de su club de fans. Y tiene, además, la rara virtud de dejar sin pudor que se vean sus defectos; digamos que le da igual, le importa un pimiento. Y en ocasiones hasta le viene bien, para evitar que le idolatren. Entonces, cuando la madre de fulanita de tal le conoce, después de que su hija le ha hablado taaaanto del doctor Poveda, y le mira cómo diciendo: "... ah, tú eres Jesús Poveda, pues no era para tanto...", él suele responder: "... es lo que hay".

Jesús ha sido y es para mí un amigo, un maestro y un modelo de autenticidad, compromiso, disponibilidad, de sentido del humor, de saber pasarlo bien, de geniales ocurrencias y de chistes malos; de entrega y valentía. Un bendito loco que emprendió una batalla decidida por la defensa de la vida hace ya mucho, y que se ha mantenido ahí contra viento y marea; cuando estaba de moda y cuando no. Cuando estaba acompañado y cuando no. Cuando era criticado y cuando no.

Gracias, Jesús. Va por ti.

jueves, 17 de noviembre de 2011

David. Un ateo en quien Dios cree

Llegó a mi vida en 1993, a través de una de esas divertidas carambolas de las que Dios se vale cuando nos empeñamos en no hacer sus planes.

Yo había empezado a salir con Lola y compaginaba los estudios universitarios con el trabajo en una compañía de seguros, de la que me quería marchar. Sergio, un tipo al que había conocido recientemente nos invitó a los dos a cenar a su casa una noche de sábado: acudimos y había un par de matrimonios y Fernando, un chico de Tenerife; todos trabajaban en un centro comercial que se estaba construyendo en aquel momento y que iba a ser el más grande de Canarias. Y hablando, hablando, me dijo el chicharrero: “... oye, si estás buscando cambiar de curro, en el ECOP estamos buscando gente...” El ECOP era el equipo de coordinación de las obras de los locales de aquel centro comercial. Quedamos en que iría el mismo lunes para conocer a su jefe, un tal David.

Al llegar, me encontré con el jefe más atípico nunca visto y la entrevista más corta que he hecho en mi vida. Yo esperaba encontrar... pues eso, un jefe... con pinta de jefe, como los que hasta entonces había conocido. Pero quien me recibió fue un tipo enorme, desaliñado y sin afeitar, enfundado en unos vaqueros y que calzaba unas inmensas deportivas -‘bambas’, las llamaba él- de tenis de color blanco.
Pasamos a su despacho, nos sentamos, me clavó su mirada y me dijo: “... supongo que entiendes de obras, ¿no?, claro, si no, no estaría aquí y no te habría recomendado Fernando...” (Ya me había encargado yo de venderle a Fernando cuánto sabía de obras, ejem...) Y siguió: “... el trabajo es sin horario, de lunes a domingo, hasta la inauguración del centro comercial. Luego, veremos. El sueldo son setenta mil al mes (para los más jóvenes, unos cuatrocientos veinte euros). Si te interesa, toma; empiezas ya...” Y me entregó, mientras asentía con la cabeza y le decía que sí, un casco de albañil y un Walkie-Talkie. Y hasta hoy.

Ahí comenzó nuestra relación. Fueron meses de trabajar a tope, en los que empecé a admirar a David por su aplomo, seguridad y honestidad, a pesar de su juventud; tenía entonces veintinueve años.

Al poco tiempo, nos fuimos a Bilbao, para hacer otro centro. Allí, no sólo fue mi jefe, sino mi compañero de piso, de cenas y de trayectos en moto. Nuestro mutuo conocimiento creció y pronto descubrí que... ¡era ateo! No es que yo fuera san Rafael Arcángel, pero sí me había movido en los últimos años con gente que, más o menos, tenía fe. Por eso me chocó llevarme tan bien con alguien que no creía en Dios.
Con el paso de los años, conocimos a Amelia, su novia de entonces y más tarde esposa. Y nuestro devenir fue fraguando un amistad cada vez más sólida; incluso volvimos a trabajar juntos, pasando juntos por momentos de éxito, de alegría, de angustia, de decepción y de prueba. De grandes pruebas.
Durante estos años hemos tenido multitud de conversaciones, la mayoría compartiendo algo en la mesa, él, Lola y yo. Y hemos hablado de todo. Creo. Y como ‘buen’ ateo, siempre nos ponía a prueba, pinchándonos o haciéndonos bromas relativas a la fe, o bien, cuando un domingo regresábamos de Misa, preguntándonos “... a ver, de qué ha ido hoy la homilía, ¿eh?...”

David no lo sabe, pero seguramente es uno de los ateos más cristianos que conozco. Enumerar sus virtudes daría para más de un post, y hay que recordar que las virtudes no son otra cosas que la concreción práctica de unos valores, la repetición de actos buenos, lo contrario a los defectos. El reflejo de la bondad del mismo Dios.

David es generoso, es fiel, tiene sentido del humor -y mucho-, es paciente, es responsable, es sincero. Es valiente, es trabajador, es un buen padre y un buen esposo; es muy familiar. Sabe y puede exigir, porque predica más con el ejemplo que con las palabras. Es un tío coherente. Es una buena persona. Es y sabe ser un amigo. Y sabe amar.

Pero no cree en Dios...

Si David se encontrara cara a cara con el Padre Pío, le diría algo como: “... ¿dices que no crees en Dios? No importa, porque Él sí cree en ti...”

Y tanto es así, que lleva mucho tiempo haciéndose presente en su vida, aunque él no sepa reconocerlo, quizá por la enorme torpeza de quienes debiéramos ser instrumentos para ello. Cuando lo haga... para mí será una fiesta, y en el Cielo prepararán un puesto de honor para San David D’Elecop, patrono de los ateos, aquellos a quienes Dios ama y no lo saben porque aún no han conocido su Amor.

martes, 15 de noviembre de 2011

Lo BUENO que hay en TI

Hola.

Sé bienvenido a esta nueva aventura que empieza hoy. Ya no es ONCE del ONCE del ONCE, pero no importa, porque voy a hablar de algo aún mejor. Voy a hablar de PERSONAS; de lo bueno que hay en ellas.

Y es que, por complicado que parezca, toda persona tiene algo bueno. Repito: TODA PERSONA TIENE ALGO BUENO. Y no es que me lo crea; es que lo sé.

Tengo la dicha de conocer a mucha gente y la extraña costumbre de coleccionar amigos. De modo que mi propósito es hablar de, al menos, tres personas cada semana.

¿Soy realmente un don para alguien? Quizás debiera comenzar por ahí...



Hablaré de personas que han pasado por mi vida. De cómo han influido en mí.

Hablaré de seres queridos. De mi familia. De aquellos a quien me ha costado perdonar. De quienes no me ven como yo quisiera.

Hablaré de aquellos a quienes admiro. De esos a quienes me gustaría parecerme. De los que son un ejemplo para mí.

Hablaré de aquellos otros a quienes no admiro, a quienes me cuesta amar. Hablaré de lo bueno que veo en quien no me parece bueno.

Hablaré de las relaciones entre las personas; de la comunicación y la falta de comunicación.

Hablaré de cómo las buenas acciones nos configuran como persona, haciendo que nos parezcamos a quienes Dios soñó, cuando logramos apuntar al equilibrio entre nuestros tres dinamismos.

Hablaré de humor, de afectos, de virtudes, de alegría, de sensaciones, de fe, de oración...

Hablaré de mis amigos, de conocidos, de artistas, de famosos, de políticos, de perroflautas, de inmigrantes, de bomberos, de notarios, de mendigos, de locos, de simplones, de asesinos, de buenazos, de reyes, de mentirosos, de prostitutas, de cobardes, de yonquis, de curas, de monjas, de enfermos, de peregrinos, de estrellas y de agujeros negros, de profes, de alumnos, de ateos, de frikis, de indiferentes, de conversos.

Hablaré de cómo ver a Dios en ellos.

Hablaré de amor. Hablaré de Amor.

¿Te apetece seguirme en esta aventura? Me encantaría compartirla contigo.

Te invito a sugerirme personas sobre las que hablar bien, a retarme para que saque algo bueno de quien piensas que es imposible.

Te invito a acompañarme.